sábado, 7 de julio de 2007

Cien años de Frida
El próximo 6 de julio se cumplen cien años del nacimiento de la pintora mexicana. Para recordarla, Paola Aguirre Praga (Saltillo, Coahuila, 1984) hace una breve semblanza de su vida. Además incluimos dos cartas que la artista escribió para Diego Rivera y Jacqueline Lamba.


Frida: dolor convertido en arte

Frida era como un lazo alrededor de una bomba.
-André Bretón

Por Paola Aguirre Praga
A los dieciocho años Frida Kahlo sufrió un accidente que la obligó a una larga recuperación. Durante este tiempo de dolor, de incomprensión y de frustración aprendió a pintar. Lo más probable es que esta experiencia haya influenciado en la formación de un mundo aparte que se refleja en sus obras.
Su pintura es testimonio de su lucha, de su forma de ser, del tiempo que le tocó vivir. Fue una mujer mexicana, de ésas de verdad, fuertes, que no le temen a nada. El historial médico que entregó a un doctor en 1946 dice que, durante su enfermedad, ella siguió haciendo su vida normal, que no tenía ningún dolor y que podía hacer deporte. Ella le dijo al doctor que después de haberse golpeado el pie derecho contra un árbol, la pierna se le salió y comenzó a adelgazársele y a acortársele. Los doctores diagnosticaron poliomielitis, y el tratamiento fueron baños de sol y calcio. Años más tarde, sufrió un accidente viajando en un autobús de Coyoacán al centro de la ciudad. Una barra metálica la atravesó, ocasionándole once fracturas. Su padre le obsequió material para que pintara y se acompañara durante largos periodos de tratamientos e intervenciones quirúrgicas. Es entonces cuando Frida empieza a pintar y ya nunca dejó de hacerlo hasta su muerte.
Siempre tuvo una gran fortaleza y soportó el dolor sin quejarse: su vida era la pintura. Ella siempre decía que había tenido varios accidentes en su vida y le gustaba ver las cicatrices para recordar lo difícil que había sido enfrentar eso.
En pláticas comentaba que el famoso pintor Diego Rivera había sido el peor de los hombres. Como para cualquiera que espera llenar su vacío interno con una vida en pareja, ser la mujer de Diego fue un motor en la vida de Frida. Diego fue su hombre, su niño, su amante, su amigo, su obsesión, su todo. Ella siempre quiso un hijo y aunque lo intentó varias veces no lo consiguió e incluso puso en riesgo su vida. Sin embargo, tal vez por querer subsanar el hecho de que no podría ofrecer un primogénito a su compañero y al extraño mundo psicológico que Frida y Diego vivían muy aparte de la realidad, su vida sentimental fue de cascos ligeros, ya que los dos tenían relaciones extramaritales consentidas. A él le gustaban mucho las mujeres y ella sufría grandes ataques de celos e inseguridades. Nunca se supo si ella mantenía romances con algunas mujeres.
La vida de Frida es un ejemplo: pese a su dolorosa enfermedad no se limitó a vegetar en una cama ni a quejarse de su mala fortuna. Luchó cada día de su vida y convirtió el sufrimiento y el dolor en arte. Su obra pictórica refleja su vida personal, con tintes surrealistas y de algunas creencias mexicanas. Ella vestía de una manera ciertamente inusual para la época. Cuando se encontraba en momentos de angustia y depresión solía usar ropa de hombre. La mayoría de sus pinturas son autorretratos. Frida pasó mucho tiempo en la cama y sin moverse de su casa, por ello era más fácil para ella pintarse con la ayuda de un espejo. Tuvo una gran capacidad de expresión y aunque muchos critiquen su obra o la califiquen de pintora de medio nivel, tal vez por las formas, su capacidad para transmitir su dolor fisco y emocional mueve la sensibilidad de los mexicanos, especialmente de las mujeres que nos sentimos identificadas con esas ganas de luchar en la vida, de sobrellevar la tristeza y la amargura por medio de algo que nos produce placer momentáneo, como la pintura. “No estoy enferma”, decía “estoy quebrada, pero estoy feliz de estar viva mientras pueda pintar”.


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Mi Diego:
Espejo de la noche. Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne. Ondas entre nuestras manos. Todo tú en el espacio lleno de sonidos, en la sombra y en la luz. Tú te llamarás Auxocromo, el que capta el color. Yo Cromóforo, la que da el color.
Tú eres todas las combinaciones de los números. La vida.
Mi deseo es entender la línea la forma la sombra el movimiento. Tú llenas y yo recibo.
Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz.
Frida Kahlo

A Jacqueline Lamba:
Desde que me escribiste, en aquel día tan claro y lejano, he querido explicarte que no puedo irme de los días, ni regresar a tiempo al otro tiempo. No te he olvidado, las noches son largas y difíciles.
El agua. El barco y el muelle y la ida, que te fue haciendo tan chica, desde mis ojos, encarcelados en aquella ventana redonda, que tú mirabas, para guardarme en tu corazón. Todo eso está intacto. Después, vinieron los días, nuevos de ti.
Hoy quisiera que mi sol te tocara. Te digo que tu niña es mi niña, los personajes títeres, arreglados en su gran cuarto de vidrios, son de las dos.
Es tuyo el huipil con listones solferinos. Mías las plazas viejas de tu París, sobre todas ellas, la maravillosa, Des Vosges. Yan olvidada y tan firme.
Los caracoles y la muñeca-novia, es tuya también, es decir, eres tú. Su vestido es el mismo que no quiso quitarse el día de la boda con Nadie, cuando la encontramos casi dormida en el piso sucio de una calle.
Mis faldas con olanes de encaje, y la blusa antigua que siempre hacen el retrato ausente de una sola persona. Pero el color de tu piel, de tus ojos y tu pelo cambia con el viento de México.
Tú también sabes que todo lo que mis ojos ven y que toco conmigo misma, desde todas las distancias, es Diego. La caricia de las telas, el color del color, los alambres, los nervios, los lápices, las hojas, el polvo, las células, la guerra y el sol, todo lo que se vive en los minutos de los no-relojes y los no-calendarios y de las no-miradas vacías, es él. Tú lo sentiste, por eso dejaste que me trajera el barco desde el Havre donde tú nunca me dijiste adiós.
Te seguiré escribiendo con mis ojos, siempre. Besa a la niña...

Frida Kahlo

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