viernes, 15 de junio de 2007

edición del domingo 10 de junio



La cortina
Gabriel Ignacio Verduzco Argüelles(México, D.F., 1974) estudió Filosofía en el Instituto de Filosofía del Seminario Arquidicoesano de Monterrey y es licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de México.

Greta sólo tenía tres años y a su edad volvía locos a sus papás porque Greta era fanática de los crayones. Sin exagerar tendría unos 100 crayones entre los que le habían comprado sus papás, los que le regalaban sus tías y los que ella se traía del kinder. Pero el problema no era que tuviera crayones, sino que Greta gozaba pintando con ellos todo. Y al decir todo es porque ya pintaba un día en el piso, otro día en la pared, que, bueno, habría que decir que todos los niños de tres años hacen eso, pero Greta también pintaba las puertas, los muebles, la loza, la estufa.

El colmo fue cuando Greta pintó la cortina. Su mamá había mandado hacer unas cortinas para la sala que le habían costado carísimas y las cuidaba más que a nada. Un día a Greta se le ocurrió pintar un acuario en una de las cortinas. Ya esgrimía el azul, ahora el anaranjado, un poco de verde aquí, algo de amarillo allá... Greta estaba feliz. Corrió y le habló a su mamá para que viera su acuario. Cuando la mamá de Greta vio aquello, se puso roja, enojadísima, hecha un basilisco. Gritó, chilló, dijo cosas innombrables. Greta se asustó. Sin darse cuenta cómo, su mamá ya le había tomado del brazo y le había dado de nalgadas. Ahora Greta era quien lloraba. "¡Y te vas a tu recámara, niña malcriada!", sentenció su mamá.

Greta se encerró en su cuarto. Pasó una hora, dos, tres, cuatro... su mamá se dio cuenta al fin de que ya había pasado mucho tiempo y se preocupó. Subió a su recámara y abrió la puerta. Cuál fue su asombro al ver que Greta había pintado en la pared un enorme cielo azul con nubes. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando vio volando en ese cielo a Greta, que ahora era ya unos trazos de crayola negra...



Puedo imaginarte

Por F. J. Ingelberts

Puedo imaginarte de cuerpo completo:
con tus tentáculos que me tientan la piel
y me tientan a tocarte;
con los rastrillos de tus dedos que recorren
de dos en dos mi cuerpo,
esos dos dedos figurando piernas,
y con esas piernas que parecen dedos;
con esa boca que libidinosa surge y me urge besarla.
Besar la boca,
besar los labios,
besar suspiros.
Y ver sus piruetas, sus contorsiones corporales
que sin música, sin canciones, llevan un ritmo:
cómo tuerces el torso
cómo encorvas tus curvas
cómo mueves tus muecas.
Y que sin despecho me brindes tu pecho
y que por ese hecho hagamos un brindis.
Pero no te toco.
No te toco mas te asiento
y no miento
cuando digo que resiento
el no sentir tu aliento.
Y en ese asentirte que no me lleva a sentirte
me doy cuenta
que puedo imaginarte de cuerpo completo
pero no puedo palparte.

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