martes, 3 de abril de 2007

Prohibido (no) leer en primavera

Por Cyntia Moncada

Las vacaciones son una oportunidad para ocuparnos de cosas que la rutina laboral o escolar no permite hacer, leer es quizá una de las actividades que más se puede disfrutar en estos días.

No hay pretextos, cualquier momento es una oportunidad para disfrutar la lectura: antes de dormir, en el camión, mientras espera su turno con el médico, pero si parece que sus planes vacacionales interfieren con esta actividad, aquí le ofrecemos cinco alternativas que por su tema, extensión y estructura pueden adaptarse a sus planes:

Para leer en carretera
“La cabeza perdida de Damasceno Monteiro” de Antonio Tabucchi (Vecchiano, Italia, 1943) es un libro para no dejarse, porque entre su mezcla de thriller y crónica periodística logra acaparar toda la atención del lector. Por eso resulta ideal para leer en carretera.

“El escenario de esta triste, misteriosa y, podríamos decir, truculenta historia es la alegre y laboriosa ciudad de Oporto” y la historia es básicamente la siguiente: Manolo, un viejo gitano, encuentra cerca de su campamento el cuerpo sin vida de un hombre si cabeza. Firmino, periodista, es enviado a seguir el caso y se encuentra con una serie de asuntos policíacos y abusos de poder que rodean el asesinato.

Es una historia que, aunque se desarrolla en Portugal, puede situarse en cualquiera ciudad de nuestro país.

Antonio Tabucchi, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, España, editorial Anagrama, 2002.

Un libro comodín (para leer en cualquier lugar)
Un particular sentido del humor y la mezcla entre ambientes urbanos y rurales hacen de Confabulario de Juan José Arreola (México, 1918) una excelente elección para leer estas vacaciones.

Sus historias van desde un hombre atrapado por una situación: no puede dejar de ser cortés (“Mis compromisos con el pasaje habían aumentado considerablemente”) en “Una reputación”, hasta la lucha milenaria de las diferencias entre sexos (“Durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la esclavitud”) en “Eva”.

Una infidelidad que pierde intensidad porque el engañado parece no darse cuenta de nada (“Su presencia era insoportable porque no nos estorbaba”) en “El faro”, hasta la historia de una línea de trenes con destinos inciertos (“Yo he visto pasar muchos trenes en mi vida y conocí algunos viajeros que pudieron abordarlos”) en “El guardagujas“.

Son 28 historias que, en orden o al azar, pueden leerse en carretera, después comer, en la cama antes de dormir, sentado en la playa, en algún café o a la sombra del atardecer en alguna plaza pública.

Juan José Arreola, Confabulario, México, editorial Planeta, 2005.

Para leer en casa
Si el problema es que no podrá salir de vacaciones y pasará estos días en casa, en Diez relatos de viajes (autores varios) podrá recorrer diferentes países, ciudades y medios de transporte: en avión (“El reino de los cielos” de Mario Benedetti) o en tren (“Un árbol de noche” de Truman Capote); la travesía de una familia que huye de la guerra en África (“El mejor safari” de Nadine Gordimer) o el viaje de un niño de clase media con su padre y el descubrimiento de un mundo desconocido (“Con Jimmy, en Parcas” de Alfredo Bryce Echenique).

Esta antología es un medio para recorrer el mundo de la mano de Mario Benedetti, Adolfo Bioy Casares, Alfredo Bryce Echenique, Truman Capote, Nadine Gordiner, Graham Greene, H. P. Lovecraft, Katherine Mansfield, Alice Munro y Osvaldo Soriano, mientras toma refresco en la tranquilidad de la sala de su casa.

Autores varios, Diez relatos de viajes. España, editorial Plaza y Janes, 1998.


Para leer en un jardín público
Infierno de todos de Sergio Pitol (México, 1933) es un libro ideal para leer de tarde, en un jardín público, sin temor a distracción. Cada uno de los cuentos plantea historias fascinantes, en grandes casa y calles de un pueblo de Veracruz.

Nueve cuentos llenos de sueños, locura, muerte: “Está visto que de entre los muchos infortunios que pueden aquejar al hombre, los peores provienen de la soledad (“Victorio Ferri cuenta un cuento”).

Es quizá el libro más rural de un escritor por lo regular citadino: “En las calles ya no se oyen gritos jubilosos, ni exclamaciones populares; la atmósfera se ha desvanecido del todo” (“En familia”).

Según el mismo Pitol, este libro fue el exorcismo de viejos fantasmas, por lo que no es difícil identificarse con ese mundo de recuerdos, traumas y temores que suele haber en la infancia.

Sergio Pitol, a Infierno de todos. México, Universidad Veracruzana, 1999.

Para leer en el campo
En el 1959, en un pueblo de Kansas una familia es asesinada, la policía no tiene pistas de los motivos ni de los asesinos. A sangre fría de Truman Capote (1924) es el seguimiento de este caso, de cómo van dando con las pistas, hasta llegar a la captura y ejecución de los asesinos.

Es una historia llena de misterio, pero humana, con personajes sacados y retratados como en la vida real. Al desarrollarse y describir la vida de la familia asesinada, es ideal para leer en el campo y no perderla de vista, no dejarla hasta llegar al final.

“Esta biografía lograba siempre despertar en él una serie de emociones: autocompasión la primera, amor y odio juntos al principio, pero con aumento del segundo al final”.

Truman Capote, A sangre fría. Barcelona, Editorial Anagrama, 2004.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El único leído es una parte de Confabulario y algunos cuenticos de Infierno de todos... procuraré leer esta primavera :D
Saluditos!
Jesé

papu a dijo...

M parece bien padre esta serie de recomendaciones, y no sólo por los libros elegidos (de autores tan queridos): también por el sugestionamiento acerca de ver un libro (cualquiera) empacado junto al bronceador y el repelente para insectos. Grcias por las recomendaciones. Estaremos al pendiente (a ver quién sí los lee: es para examen) =P